Follar en tiempos de Covid

Vaya por delante que, al empezar a escribir estas líneas, no puedo dejar de pensar en que hace exactamente un año me encontraba hospitalizado, poniendo en orden mis asuntos legales por teléfono con mi abogado y despidiéndome de mi pareja por si acaso las cosas iban mal… Sí, pasé el Covid en el peor momento de incertidumbre y estuve hospitalizado durante un mes, de modo que abordo este asunto sin desestimar para nada la gravedad de esta enfermedad.

Dicho esto…

La pandemia en la que vivimos inmersos desde hace año y medio ha golpeado con dureza nuestra salud, nuestra economía y nuestro estilo de vida…y lo ha hecho de forma desigual y por tanto injusta.

En los momentos más duros de confinamiento domiciliario se nos indicó por las autoridades qué era y qué no era esencial… y descubrimos que, a pesar de que el Covid es una enfermedad infecciosa que se transmite por vía respiratoria y con graves consecuencias por derivar en neumonía, fumar en la calle era un derecho fundamental escrito con tinta invisible en nuestra Constitución y los estancos un servicio esencial.

Y así, con la excusa de la salud pública, el poder de un instrumento legal como del estado de alarma, y el terror como aliado, alguien jugó a ser Dios y a decidir lo que era “el bien” y lo que era “el mal”.

Del lado del bien cayeron cosas como el trabajo, los viajes de negocios, las ceremonias religiosas, las campañas electorales o las elecciones anticipadas… Del lado del mal cayeron el ocio nocturno, la restauración, la cultura, el deporte o las fiestas de cumpleaños en familia.

Las medidas adoptadas para controlar la pandemia en los distintos países y regiones han impactado por tanto de forma desigual en los distintos sectores económicos… pero también han afectado de forma muy desigual a los distintos estilos de vida.

A menudo se nos habla de responsabilidad mientras se nos muestran en el telediario redadas en un botellón, en un piso turístico, en una discoteca o en una sauna gay… Pero algunos han tenido que pedir públicamente disculpas por asistir a multitudinarias cenas de empresarios sin mascarilla o por meter a 400 obispos en una innecesaria ceremonia de beatificación en la Sagrada Familia…

Continuamente se producen “redadas” que se inician con la excusa no ya de “prevenir un delito”, sino con la de “verificar” que se cumplen las medidas restrictivas impuestas por las autoridades… pero no hemos visto “redadas” para verificar aforos y medidas de prevención en los centros de trabajo, ni en el metro, ni en los gimnasios… esas “verificaciones” se llevan a cabo en pisos turísticos o domicilios privados donde se echa una puerta abajo sin orden judicial, en bares de copas, clubs, discotecas, saunas… y eso, no nos engañemos, es perseguir determinados estilos de vida.

Para algunos de nosotros el sexo es una parte esencial de nuestro estilo de vida… y -obviamente- follar con mascarilla y a dos metros de distancia no es una opción viable.

Pero, como somos muy responsables, llevamos un año follando por debajo de nuestras necesidades o bien haciéndolo con una cierta mala conciencia y desde la clandestinidad.

Pero volvamos a los estilos de vida… al bien y al mal… ¿Acaso tenemos esa misma mala conciencia cuando, después del trabajo, nos vamos a comer con unos pocos compañeros de trabajo y nos sentamos frente a frente, sin mascarilla, a un metro de distancia?

Personalmente opino que el riesgo de contagio es el mismo por comer con un compañero de trabajo que por follártelo.

Luego está el asunto de la “cantidad” de riesgo que asumimos…

A lo largo de este último año muchos miembros de nuestro grupo me han comentado que se iban a abstener de participar en los encuentros del grupo y que sólo follarían 1-a-1 para minimizar riesgos… Y yo les comentaba: ¿Y con cuantos ha follado en los últimos 15 días el tío con el que follaste ayer?

Con esto quiero decir que, probablemente, todos hemos corrido riesgos a lo largo de este año, ya sea comiendo o follando, en actividades del lado del bien o del lado del mal, en inocentes fiestas de cumpleaños o en perversas orgías en grupo.

Todos somos adultos y capaces de sopesar riesgos y necesidades.

Todos somos capaces de discernir el bien y el mal sin que nos lo indiquen por Real Decreto.

En este grupo no juzgamos a nadie por sus decisiones y, aunque esperamos que todos participéis en los eventos del grupo más pronto que tarde, somos conscientes de que cada cual tiene sus circunstancias.

Y, en todo caso, recordad que el virus no entiende de estilos de vida… la política sí.

 

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